PASTORAL JUVENIL Y CULTURA DE PAZ EN EL CONTINENTE
LATINOAMERICANO
Muerte,
narcotráfico, violencia, corrupción política, inseguridad ciudadana, delincuencia
juvenil, feminicidios, turismo sexual, violación de los Derechos Humanos, líos
fronterizos; son quizá tópicos que podrían ser abordados al hablar de América
Latina y el Caribe, y si estos se acompañan de adecuados documentales o crudas
fotografías, se tendría un delicioso plato de interés mundial. Pero no es esto lo que realmente caracteriza
las naciones latinoamericanas, ni es un buen punto de partida para hablar de la
pastoral juvenil. Habrá de buscarse un
modo de abordar la realidad de los jóvenes sin recurrir al típico
sensacionalismo que vende en los medios de comunicación ni a escandalosas
apreciaciones sacadas de la exageración y de interpretaciones poco profundas de
la cotidianidad. Aquí no ayudan las
encuestas ni las cifras oficiales de gobiernos y organismos internacionales o
las extraoficiales de las ONG, no nos sirve el parecer de expertos “latinoamericanólogos”,
ni las miradas de estudiosos investigadores que saben describir los fenómenos
de países que no son el suyo, de realidades que no han sufrido y publican
cientos de páginas con tal “fidelidad” a los acontecimientos, que hasta llevan
a los mismos pueblos estudiados a creer que todo lo publicado goza del sello de
“verdadero”.
Exige un
esfuerzo adicional, centrarse en la realidad juvenil de un continente tan
variopinto como éste, donde cada pueblo representa un mundo diverso: un continente
que, al estilo de los mejores relatos de Gabriel García Márquez, asemeja un
Macondo que ha empezado a olvidar su historia y se ha dedicado sólo a repetir
para sí una y otra vez las escasas hazañas que evoca con nostalgia y regocijo y
que, apenas tienen asidero en la realidad, gozando además del ornato, generoso
ornato, de la fantasía. Sin embargo, es
justamente así como cobra valor el relato: cuando parte de esos trazos amorfos
de la realidad mezclada con la leyenda y cuando en sus representaciones no se
logra con precisión distinguir entre lo vivido y lo deseado. Y una vez iniciado
el relato, no es fácil, abstenerse de contar –también con una carga emocional-,
todos aquellos aspectos que nos hacen ser lo que somos, pero que no siempre nos
enorgullecen. Con estos presupuestos
procuraré hablar de pastoral juvenil en medio de los contextos latinoamericanos,
uniéndome a esa red de manifestaciones desde los diversos rincones de la
Latinoamérica de los jóvenes que llevan 21 años haciendo historia junto con el
CLAI.
Un continente no tan viejo con una historia más bien reciente.
Estos últimos
dos años han sido para varios de los países del continente, significativos en
cuanto se conmemoraban dos siglos de independencia del dominio español. Entre 1810 y 1811, principalmente, por los
manejos de la Corona española, se hace voz popular la necesidad de propiciar el
cambio, dándose inicio a una serie de acontecimientos de protesta e incluso
cruentas luchas armadas, hasta lograr independencia definitiva de España. Pero el afán de liberarse del yugo español no
fue una causa propiamente continental, en la medida que no se había logrado una
construcción colectiva de la idea de identidad de pueblo, antes bien la
disgregación étnica y regional fue la constante durante los siglos que abarcó
el período de la Colonia y las fronteras que antes eran sólo un signo de los
dominios territoriales de la Corona, empezaron a acentuarse tras la
Independencia: pareciera ser que el deseo de emancipación, estaba acompañado de
un fuerte interés por definir linderos quitando el dominio de España, y
asumiendo nuevas formas de dependencia, esta vez por parte de los mismos connacionales. No es extraño que aún hoy en día, los
problemas fronterizos sigan siendo frecuentes entre las bicentenarias naciones
y que temas como el de la soberanía lleguen a enfrentar los gobiernos en un
radicalismo nacionalista tal, que hasta se piense en la guerra como única
salida.
La historia del
Continente y sus países insulares narrada en los libros, no siempre ha sido la
historia vivida por el pueblo latinoamericano, acostumbrado ya al olvido y la
indiferencia ante sus tragedias; los relatos de emancipación son sólo una
fábula que, como el los himnos nacionales de varios países, cuentan hazañas
míticas, más cercanas a la Grecia Antigua que a estos “bastardo” de la España
colonial llamados “Repúblicas”. Sin
embargo, la fe en la propia capacidad del latinoamericano para superar sus
dramas y una convicción profunda que lo hace creer que lo peor ya pasó y lo que
viene será mejor, lo han llevado a mantener la esperanza en el futuro y con
ella su deseo de luchar cada día con más ganas.
Ahora bien, ¿cómo
encaja la realidad juvenil en este contexto?, ¿qué es de hecho lo
juvenil”? Si bien nunca ha estado ni
estará clara por completo la categoría “joven”, hay características esenciales
que permiten trazar una línea divisoria entre la consideración social del joven
como sujeto de derechos y deberes y el adulto que ha “superado” la juventud;
estas características tienen que ver más que con la edad, con el espíritu
emprendedor del ser humano, más dado a iniciar nuevos proyectos en una etapa
particular de su vida y a procurar por todos los medios luchar contra el paso
del tiempo aprovechando con vigor cada momento.
Es entonces evidente que no podemos delimitar -por lo menos no
cronológicamente-, de modo categórico, una etapa de la vida llamada juventud; y
mejor que sea así para dar cabida al sentir de tantos y tantas que se niegan a
abandonar el barco de su lucha y de sus aportes a la sociedad, a la vez que de
su anhelo de cambio.
Para los jóvenes
en este contexto, América Latina y el Caribe son más que territorios
paradisiacos controlados por grupos armados al margen de la ley, más que un
orden jurídico complejo, donde la ley está hecha para ser violada y donde la
adquisición de ciudadanía sólo sirve en la práctica para poder acceder
legalmente a bares y discotecas o para ser buen candidato al servicio militar
obligatorio. En la visión juvenil, nuestro
continenete es terreno de sueños y oportunidades; lugar donde confluyen la
vida, el diario luchar y la esperanza; es un escenario de aventura –quizá
también de riesgo-, y de incertidumbres; un lugar donde “se sobrevive” con el
“rebusque” y, cuando se logra algo, se debe hacer notar: quien triunfa en su
vida, se constituye en aliciente para los demás, aun cuando no le sean
cercanos.
El joven latinoamericano
no ha perdido de vista la posibilidad de un proyecto de continente que
considere a todos, que no excluya bajo el mote de minorías a los que piensan o
son diferentes al grueso de la población; unas naciones que respetes los
procesos que han llevado a avances en las pequeñas comunidades y que rescaten
la memoria, para hacer historia: los jóvenes son dueños de la historia en tanto
que son presente, mas su grito merece ser escuchado antes que se haga débil
susurro que se apaga a la par que se desvanece la esperanza.
Por lo anterior,
al hablar de pastoral juvenil en el contexto latinoamericano, se evoca una
historia no de 21 años, sino de décadas de búsqueda por definir el lugar del
joven en nuestra sociedad y su rol como gestor de cambio. Ya el joven sacerdote Camilo Torres (Colombia,
1929-1966), en los años sesenta, soñaba un continente diferente, sin
desigualdades que lo hicieran percibir como nido de injusticias, lugar de
desconciertos; el brillo de sus ojos referenciaba el anhelo de muchos, su voz
se proyectaba hacia el futuro como reclamando espacio para el cambio; sin
embargo, en una historia que se repite con tanta frecuencia, murió sin ver lo
que soñaba, no pudo contemplar ese futuro que se espera con ansia cuando se
viene trabajando en él desde siempre con pasión abnegada. La labor pastoral de / con / para jóvenes,
cuenta entre sus haberes con infinidad de aportes de los protagonistas jóvenes
de cada época; se nutre permanentemente de nuevos sentires, historias y quehaceres
y no puede tener, en ningún momento, la pretensión de absoluta originalidad:
cada paso dado se apoya en el camino que entre todos se viene construyendo
desde tiempo atrás y aunque posibilita nuevos senderos, no se daría en firme
sin el concierto de los sueños y aportes de cada persona que se ha comprometido
con la construcción del Reino.
Hoy en día son
más visibilizados y se articulan con mayor rapidez los aportes de los y las jóvenes
de cada región del continente, conllevando una responsabilidad comunitaria
fundada en la unidad de criterios y la pluralidad de pensamientos encaminados a
la misma tarea. Es pensable, gracias al
avance en los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías informáticas,
que los y las jóvenes de antaño que
sobrevivieron al cambio de siglo, nos cuenten sus experiencias y nos enseñen a
vencer la misma historia, para seguir creyendo en la posibilidad de cambio de
aquello que lo necesita y de consolidación de lo que se va logrando en la
misión de anunciar y hacer vida el Evangelio.
Es aquí donde la Pastoral Juvenil asume los nuevos retos de la sociedad
cambiante y enfrenta su misión de ser agente de cambio.
El trabajo es continuo y el compromiso duradero
Habida cuenta de
lo expresado anteriormente, un espíritu renovado alienta a los y las jóvenes de
América Latina, a dirigir su mirada hacia la trasformación de sus contextos y
les impulsa a movilizarse en torno a las principales problemáticas que les
afectan, de ahí que durante el 2012, los énfasis se hayan mantenido en enfoques
como el de abogacía en Derechos Humanos, Participación ciudadana, incidencia
política y compromiso ambiental (principalmente en Río de La Plata y Brasil);
resolución no violenta de conflictos, promoción del buen trato, promoción del
desarme, prácticas de convivencia ciudadana (principalmente en Mesoamérica y
Caribe y Gran Colombia) y Derechos y salud sexual y reproductiva y compromiso
social (Andina). En todas las regiones
se fomentó la movilización juvenil y la implementación de estrategias de trabajo
que fortalezcan redes con otras plataformas y organizaciones juveniles, así
como el ecumenismo y el trabajo mancomunado con otras tradiciones religiosas y
espiritualidades contemporáneas.
Es de destacar
la participación activa de los jóvenes en la Cumbre de los pueblos, en el marco
de Río +20, desde donde se generó un canal de información que permitió que
jóvenes de todo el mundo, a la distancia, vivieran también la experiencia de
ser voz profética en un mundo que clama cambios estructurales en el modo como
se desarrolla y como habita la casa que Dios le ha dispuesto. Del mismo modo en el proceso preparatorio de
Cairo +20 (y más allá), hubo un gran compromiso por parte, no sólo de los/as
jóvenes que nos representan en este caminar, sino de todo el equipo, que ha
asumido el compromiso de ser presencia significativa y transformadora en la
Alianza de Juventudes que se ha gestado en el continente con este propósito.
Abonando a
presentación de propuestas innovadoras en términos de cultura de paz, se dio el
encuentro continental de Experiencias exitosas, que evaluó los años de
sensibilización y capacitación recibida con el manual de Manos al buen trato
(CLAVES y PJ CLAI), retroalimentó la experiencia y fortaleció la estrategia
para continuar siendo aplicada en los diversos países que la han acogido; del
mismo modo, se presentó también la estrategia de “Fútbol por la vida” (Iglesia
Luterana de Costa Rica), abonando a las habilidades de los jóvenes de la
Pastoral Juvenil, nuevos elementos para promover la paz y la resolución
pacífica de conflictos. Este encuentro
tuvo por sede la hermosa ciudad de Siguatepeque en Honduras, país afectado por
la violencia de bandas criminales conformadas en su mayoría por jóvenes y donde
la seguridad no está plenamente garantizada por el aparato estatal. Además de hacer presencia los países de
Mesoamérica, se sumaron también Colombia y Uruguay, estrechando lazos y
adquiriendo compromisos de trabajo conjunto y de multiplicación de la
experiencia vivida allí, lo cual desembocó en varias réplicas de los talleres
en cada uno de los países participantes y ejercicios de vacunación contra el
maltrato en el marco de las preasambleas nacionales del CLAI y de otros
espacios ecuménicos, así como campañas y marchas que movilizaron cientos de
jóvenes en torno al buen trato. De esta
experiencia surgieron además algunos materiales para trabajar a nivel de los
equipos nacionales, como son folletos, adhesivos, carnés de vacunación,
afiches, camisetas (remeras, poleras) y junto a estos, 4 comerciales (cuñas
publicitarias) y un programa de radio que abordan los temas de cultura de paz
promovidos durante los últimos dos años entre los jóvenes de la PJ CLAI, estos
fueron lanzados al aire en una emisora de cobertura mundial (vía internet), por
el coordinador continental y circularán durante 2013 como herramienta de
reflexión y trabajo en los equipos nacionales.
En la misma
línea de producción de materiales, se elaboró en el marco del convenio firmado
entre PJ CLAI y Visión Mundial el libro “Juventud y transformación: guía de
talleres para la movilización juvenil”, que reúne un precioso material útil
para el trabajo de capacitación con jóvenes, desarrollando los temas que con
mayor frecuencia son abordados en las reuniones de jóvenes, en las iglesias y
otros escenarios de capacitación. La
guía cuenta con sendas herramientas metodológicas y recursos para desarrollar
talleres con jóvenes en diferentes lugares del continente (lenguaje inclusivo). En su elaboración se recogen aportes de
jóvenes de las iglesias miembro de CLAI de los 20 países de América Latina, así
como el valioso aporte y experiencia del equipo de consultores ad hoc de Visión Mundial, así como del actual
Coordinador del Programa de Juventud y Cultura de Paz del CLAI.
La expectativa
frente a los desafíos que se avecinan es grande, máxime cuando en las
preasambleas nacionales y regionales del CLAI se identificó la importancia de
involucrar los esfuerzos juveniles en la transformación de las tristes
realidades que enfrentan los países de nuestro continente, las cuales van desde
el incremento de las bandas criminales, la censura y persecución a las
expresiones de protesta frente a los abusos por parte de los gobiernos de
algunas naciones, la incertidumbre frente al porvenir político y económico de
otras, la homofobia desatada tras reivindicaciones legales de algunos grupos
minoritarios, los crecientes índices de maltrato hacia los/as niños/as y las
mujeres y el feminicidio como realidad que sorprende por su alarmante
incremento durante los últimos años, sólo por citar algunas problemáticas que
emergen en nuestros contextos latinoamericanos.
La convocatoria
a la Consulta Continental sobre las iglesias y los derechos sexuales y
reproductivos, así como a la VI Asamblea General del CLAI “Afirmando un
ecumenismo de gestos concretos”, son oportunidades excepcionales de
participación para los y las jóvenes del Programa, quienes sienten ya la
necesidad de renovar el sueño que dio origen a estos 21 años de caminada y
replantear los objetivos que les movieron durante dos décadas, actualizando su
proyecto, reformulando sus motivaciones, fortaleciendo la red y proyectándose
hacia los nuevos desafíos que presentan América Latina y el Caribe. Hoy más que nunca el continente reclama
nuestra participación en los espacios donde se discuten los temas que nos
convocan, pero ésta debe ser activa, plena y no marginal como tiende a darse en
ocasiones: somos conscientes del rol que desempeñamos en la sociedad actual y
de las aptitudes que hemos ido aprehendiendo en el camino, por ello queremos
hacer resonar nuestra voz y continuar aportando a la transformación de las
estructuras de opresión que viven nuestros pueblos, movilizarnos e instar a
otros a hacerlo para que el mundo sienta nuestros pasos y se dé finalmente
-propiciado por nosotros/as-, ese giro hacia una América Latina incluyente,
respetuosa de la vida y la diversidad, escenario de oportunidades con justicia
y equidad, cuna de sueños posibles y fe activa, donde el Reino sea una realidad
instaurada y los gestos concretos de los que hoy en día tanto se habla, sean
gestos de amor, unidad y esperanza renovada: aquí hacemos presencia, aquí somos
cambio, aquí nuestra historia se va escribiendo con sudor, convicción y entrega
plena, nuestros brazos abiertos para acoger a quienes se vayan sumando y
nuestras voces haciendo un canto que traspasa toda frontera.
Licenciado
Nelson Fernando Celis Ángel
Saliente Coordinador
Continental del Programa de Juventud y Cultura de Paz del CLAI
Colombiano,
Especialista en infancia cultura y desarrollo (U. Distrital Francisco José de
Caldas), Licenciado en teología (U. San Buenaventura), estudios en filosofía
(U. Nacional de Colombia), miembro de la Iglesia Evangélica Luterana de
Colombia (IELCO)
Contacto: nelsoncelis@hotmail.com y +57
3174297729
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